En el libro de
Teri Hatcher (Tostadas Quemadas), la protagonista cuenta que una vez en un restaurante un
sommelier amigo suyo le recome
ndó que cuando no acabara una botella de buen vino en la comida lo aprovechara echándolo en la bañera a modo de sales de baño. Viene esto a cuento porque últimamente nosotros nos estamos aficionando a tomar el vino que nos sobra en la comida con el café. Y la verdad, hemos quedado gratamente sorprendidos de lo distinto, de los distintos matices que se le encuentran al mismo vino acompañando a un café en la sobremesa y fumando un cigarrillo (lo siento por los puristas) y es que como del
güisqui y del coñac solo nos gusta olerlos (que bien
huelen), ha sido toda una experiencia degustar los vinos como sustitutos de los aguardientes. Así que el que vea con escepticismo bañarse en el vino sobrante (hay que ver la cantidad de
Spa del vino que proliferan por todas partes) puede apurar las últimas gotas con el café y el cigarrito (de verdad que es toda una experiencia).
Así que .... Café, copa, puro y a la
bañeraaaaaaaaaaaaa.......
